En la derecha de la pantalla está el sumario de algunas de las Sentencias de Rafael Jolie; tomadas de su mejor y reservada antología sentencialista.

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Leandro nadando a través dl Helesponto

Leandro nadando a través dl Helesponto
Por Bernard Picart

domingo, 16 de mayo de 2010

10

–Hoy, por hoy, sólo por hoy, sé diferente-.
Con la canción de cuna de Annabel Lee de aquende de los sueños,
la madre golpea inclinada el rostro niña con un beso;
busca alejar la luz roja asomada del clóset
cuando la noche impávida se arrellana en el cuarto.
Mientras, afuera, un gato negro maúlla en la rama del árbol descarnado
como quien sigue la oscuridad por el viento.

–Hoy, por hoy, sólo por hoy, sé diferente-.
Los sólitos espectros reflejados en la pared, como sombras de hueso,
tocan quedo las manos niñas trémulas nectáreas de lo funesto.
Quedo pávida por la pérdida de la razón; hubo sido viciada.
Y cobrando valor, asomada a la ventana, silenciando los latidos del corazón,
sólo está el gato negro: se pasea por el árbol descarnado y se posa y maúlla
como quien sigue la oscuridad por el viento.

–Hoy, por hoy, sólo por hoy, sé diferente-.
Sólo estaba el gato negro en la rama del árbol descarnado
como quien sigue la oscuridad por el viento.
La luna hace sombrar estos balbuceos ilusorios.
De regreso a la cuna, la manta hasta el cuello,
los ojos niñas atentos al martirio de la soledad oscura en el cuarto y la noche
se ven penetrados, apaciguados por el creciente sopor.

–Hoy, por hoy, sólo por hoy, sé diferente-.
Son pasos al otro lado de la puerta de este cuarto y el clóset; la madera cruje.
Uno fantasías con otras donde duendes verdes fastidian con risas
y diablillos rojos punzan con tridentes
y brujas en negro bajo la luna en aquelarre lanzan hechizos ominosos
pudriendo este cuerpo niña, pero sólo el gato negro maúlla afuera
como quien sigue la oscuridad por el viento.

–Hoy, por hoy, sólo por hoy, sé diferente-.
Hundida en el desespero, nada afuera, todo dentro de mí,
en posición supina, fija la vista niña a lo desconocido,
madre roja desde adentro del clóset
abalanzábase como vampira hambrienta, cazadora, sobre mí.
Sin grito audible, despierto en mi cama clareada por el sol.
Y frente al espejo, la niña joven.
Cinco Sotenos al Ángel Divino


I


Los dídimos han agujereádose;
son válvulas de escape transformándose
en procelosas y fuertes caídas

de agua roja hirviendo; es sangre agua roja
del cielo altivo; colora la hoja,
el lóbulo de las hojas, y oídlas,

oíd crepitar su vena en el viento,
oíd la tristura de su lamento.
Callad, caed pronto del cielo altivo,
sin alas, desplumado, en cuerpo vivo

y tocad tierra, sentid lo que siento
–dos: hombre y mujer sin conocimiento-.
Cavad, descended al infierno activo.
Llegad a la puerta y llamad, ¡lascivo!




II

Quedaos resguardaos en nuestro infierno,
Ángel Divino. Alarmad vuestro sentido
y sentid nuestro dolor, os es eterno.

Acostumbraos a vuestro mismo dolo,
sé corpóreo, sé hombre, un Dios caído,
os reto, sabrás qué se siente estar solo,

solo como os habéis dejaos al buen hombre,
la buena mujer y al buen hijo. Venid,
sentíos vivo, venid, sentíos pobre,
venid a vuestra creación y sentid.

Sentid el sufrimiento, la angustia, el hambre
de vuestra pequeña esperanza. Vivid
como un mortal, vivid nuestra pesadumbre,
os reto a nacer, a vivir y a morir.




III

Dios, “no hay nada banal dentro de esta cabeza”,
os aseguro que no, nada os la corrompe,
todo es un nutriente, ni se pudre o se rompe.

Nada, os juro, perjuro, que nada es incierto,
obro con veracidad, peco con concierto
para delinquir lo falso, es la verdad, esa,

esa es la única, Dios, es la única y más nada.
Si os duele mi verdad enseñadme a mentir,
enseñadme, no logro mi verdad transgredir,
nada, nada en lo absoluto, toda me es dada.

Si os hiere mi verdad, pues, dejaos callada
mi boca, y a mis brazos, para no escribir,
cercenadlos, podéis no dejadme decir
la verdad; la dicha, hacedla tergiversada.




IV

Os reto a nacer, vivir y a morir como un hombre.
No tenéis derecho a juzgaros, titiritero,
si nunca habéis padecido esta necesidad,

de labrar la tierra como un esclavo del hambre,
de creer en Alá o en Buda, en el dios guerrero
Huitzilopochtli, en Amón, Zeus, u otra deidad

capaz de ofreceros seguridad y esperanza;
por qué no creéis, asimismo, en lo que es la ciencia
si ha podido otorgaros verdades a esta ausencia.
Os reto a que seáis hombre y sintáis la vergüenza

desnuda, seos, y enfermad, dad a la balanza
mayor peso al miedo, sentiros, id sin justicia
a la tumba; os asesinan con malevolencia;
renaced y sufrid, y vuestro pecado, amansa.




V

Vuestra majestad no lo sabe aún, pero ha pecado;
de vanidad pecasteis. Padecisteis sed utópica.
No pudisteis conteneros quieto en vuestro universo

y decidisteis crear un mundo, sin ser vuestro Hado.
Sois un pecador vanidoso, una deidad excéntrica.
Has de ser mujer; habéis demostrado ser diverso.

Usasteis magia para crear; sois un ser fantástico.
Concluyo que sólo en libros está la fantasía:
unicornios, hadas, dioses, el príncipe diabólico,
dragones, brujas, duendes… creados por la osadía

del hombre. Lo escrito lo ha escrito con mente de crítico
y mano de artista, ¡oh, Leonardo! La mayoría
somos entonces dioses en potencia: -¡Seré mítico!
Sed un mortal y convertíos en Dios, alma mía.

Hombre

Tú, hombre de hombres, hombre viril,
hombre de Dios, o mejor, de la Ciencia;
hombre animal, animal pensador,
animal que piensa con la cabeza
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

calma el extremo que asoma en tu cuerpo,
calma esa extremidad, calma ese miembro,
no lo ocultes, no hay por qué avergonzarse,
los animales no sienten vergüenza,

- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

calma ese órgano, calma esa extensión,
calma su deseo, aplácalo, mójalo,
enfríalo con tus frías palabras,
sácalo de su guarida y congélalo
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

mantenlo helado con tu sentimiento,
el mismo y adúltero sentimiento
que regurgitaste a mi corazón
que querías casto, puro e inocente.
- ¡Tú, hombre animal cabeceador! -

Ese armonio, desenfúndalo, escúpele,
témplalo, báñale toda la punta,
humedécele la uña, toda la uña,
la uña que rasca, que rasca paredes
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

que quiere rascar, rayar mis paredes,
embadurnarlas, ungirlas con moho,
empápale tus palabras de amor,
esas palabras que llovieron frías,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

las mismas palabras que decían que me amaban,
esas níveas palabras de invierno,
con esas frías palabras que hielan,
refrigera el falo mefistofélico,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

ese falo, el mismo con el que piensas,
tranquilízalo, no sabes usarlo,
por eso apacígualo, pacifícalo,
mételo en tu boca, allí donde hiela,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

donde nievan cosas, cosas triviales,
insignificantes, insubstanciales,
en ese glacial, donde todo es gélido,
cortante, sácalo y mételo allí.
- ¡Tú, hombre animal cabeceador! -

Hombre animal, de la naturaleza,
que regido por la necesidad,
deja ese sentimiento, ese sentir,
lo que opina y profesa el corazón,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

exhúmalo e inhúmalo sino eres
capaz de usarlo y déjalo en tu boca,
sin vergüenza, tú no sientas vergüenza
si no sabes, ya nadie quiere usarlo,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

cógelo, agárralo, ponlo en tu boca,
introdúcelo, animal, allí déjalo,
paladéalo y una y otra vez,
degústalo, mastícalo, trágatelo,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

que pase por la faringe, el esófago,
que llegue al estómago y allí déjalo,
deja que fermente, que le jugo gástrico
haga lo suyo, deja que lo inunde,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

que lo ahogue, lo segregue y deshaga,
o no quieres usarlo, ¿es que no sabes
absorber ni sus nutrientes, ni sabes
emplear su real conocimiento,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

ni sabes lo que tu corazón siente?
Entonces, hombre, es mejor que ni me hables.
No hables. Calla hombre esa boca, cállatela,
no me hables, no le hables siquiera a nadie
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

si no tienes ningún conocimiento,
y si es que parafraseas lo de otros,
no digas nada entonces, no has querido
alimentarte, ni aprovechar nada;
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

de todos los animales, tú, hombre,
eres el que bebe sin tener sed,
eres el que come sin tener hambre,
y hablas sin tener nada que decir.
- ¡Tú, hombre animal cabeceador! -

Todo lo que sabes está en tu estómago,
tú te lo has tragado, animal glotón,
lleva tiempo en tu barriga, pudriéndose;
nada en el corazón ni en la cabeza;
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

piensas sin tener nada en la cabeza
y sientes sin nada en el corazón,
por eso cuando hablas no dices nada.
Rancio, putrefacto está lo que sabes,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

que es poco, una nimiedad retenida
que va por el intestino delgado,
que luego por el intestino grueso,
que indigesta porque lo has retenido,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

ese saber que jamás absorbiste,
que comiste y se pudrió en tu barriga,
ese saber extendido hasta el ano,
es toda esa porquería que expulsas,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

que cagas, defecas, toda esa mierda,
todo lo que hablas, lo hablas por detrás,
¡gas!, ¡cerdo!, ¡puerco!, ¡cochino!, ¡marrano!,
no digas nada, animal, no hables, no hables,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

tú, cuando hablas, estás hablando mierda
porque no estás pensando antes de hablar,
no juzgas, ni criticas, hablas y hablas,
¡bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla!
- ¡Tú, hombre animal cabeceador! -

Copias, pegas, ¡hey!, juzga critica,
eres un hombre animal pensador,
un animal que es capaz de pensar,
que actúa y que piensa con la cabeza,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

con el corazón, con ambos extremos,
ambas puntas, ambas extremidades,
sabes que sí, que eres inteligente,
y que eres un hombre, que eres persona,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

ni un animal, ni humano o inhumano,
no, nada de eso eres, eres persona,
es mejor ser persona que animal,
un humano es animal en potencia,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

los humanos se vuelven animales
codiciosos, lujuriosos, lascivos,
eufóricos, perezosos, glotones,
orgullosos y diabólico-ateos,
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

eres un hombre, eres persona,
no un ave que viene, caga y se va,
no, nada de eso, eres persona.
Contigo, hombre de hombres, yo soy sincera:
- ¡tú, hombre animal cabeceador! -

si no eres capaz de hacer algo así,
de hablar con la cabeza, el corazón,
de hablarme y saber que lo estás sintiendo
y siendo sincero, ¡vete a la historia!
- ¡Tú, hombre animal cabeceador! -


La última mirada de Hero

La última mirada de Hero
Por Frederic Leighton
ALGO SOBRE LAS SENTENCIAS DE RAFAEL JOLIE

Cada una de sus Sentencias lleva consigo el estigma que a Rafael Jolie le propugnó aquel ser que le visita una vez el arribo de la medianoche; en el siguiente soneto se puede apreciar su dualidad, a su símil, a él mismo:

Diálogo entre Leandro y Doranel R.J.

Después de leer a Rafael Alberti…

“Si me fuera, amante mía,
si me fuera yo,

si me fuera y no volviera,
amante mía, yo,

el aire me traería,
amante mía,
a ti”.

…¿un diálogo de amor?

D: -Ofrezco me beses, o abraces fuerte.
L: -No, es imposible siquiera atreverme,
como imposible es evitar mi muerte,
ni necesidad hay de contenerme.
D: -¿Y sabes que nunca volveré a verte?
L: -¡Qué importa, ya deja de poseerme!
D: -¡En mis quimeras quise poseerte,
qué dices! Sólo quería perderme,
y olvidar que aún dentro de ti existo.
L: -¿Dices que aún existes aquí dentro?
¡Qué torpes, sin siquiera conocernos!
D: -Cierto es. Y, así mismo, nos hemos visto,
y en cada rincón donde estoy te encuentro…
L: -Sí, es por intentar pertenecernos.

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